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Australia-Darwin. (mediados de Abril 2012)


La última parada en Australia la hicimos en Darwin, una pequeña ciudad en la costa norte de esta gigantesca isla. Nos encontramos con un paisaje y un clima totalmente tropicales.

Lagartija de Australia
Combatiendo el calor tropical
Pese a estar en la despoblada región denominada “Northern Territory”, es un destino bastante turístico para los “Aussies”, hay muchos pubs y hoteles baratos. Lo más famoso en la zona son los cocodrilos. Se pueden ver en varios acuarios y zooloógicos, pero también están en el mar y los ríos, con lo cual para bañarse hay que estar seguro de que es un lugar controlado. Y apetece meterse en el agua, porque según subes hacia el norte en Australia, va aumentando el calor y la humedad, y aquí estamos ya arriba del todo.
Llegamos ya tarde y la primera noche la pasamos en un albergue para chavalines, con piscina, pub, música y fiesta hasta las tantas. De la limpieza mejor ni hablamos. A la mañana siguiente nos cambiamos a un hotelillo con piscina pero más tranquilo.
En esta poza nos bañamos
Bebé cocodrilo
Lo que más nos atraía de Darwin eran los cocodrilos, asi que fuimos a verlos al “Crocodile Park”, una especie de zoo y museo con muchísimos. Vimos cómo saltan del agua cuando les dan comida, es impresionante ver sus fauces llenas de dientes machacar los pedazos de carne. Había muchas crías, caimanes y otros muchos animales. Por supuesto, también canguros, claro.
Vendían muchos productos hechos con piel de cocodrilo. En Australia hay un permiso especial para comerciar y exportar desde bolsos a cinturones o amuletos con las patas. La carne se vende preparada para asar, en salchichas, hamburguesas, etc. No nos decidimos a probarla, además es bastante cara.
Como hacía mucho calor, alquilamos un coche para ir al Parque Nacional de Linchfield, que en el mapa está muy cerca, pero hicimos casi 400 km. entre ida y la vuelta. 
Termitero a la australiana
Es una zona muy plana, con bosques de eucaliptus, muchos árboles que no conocemos y lo que más nos llamaba la atención, varias zonas de baño en los ríos. Y algunas no había que compartirlas con los cocodrilos. Nos quitamos alguno de los 36 grados en las aguas cristalinas y tibias de estas pozas, verdamente paradisiacas. Las cataratas y los densos bosques son una constante de esta reserva.
Wallabee, pequeño canguro
Al atardecer vimos wallabees en varios sitios, unos pequeños canguros muy simpáticos. También alucinamos con los gigantescos termiteros que hay por aquí. Y es que en este país hay muchos kilómetros cuadrados de naturaleza bastante salvaje.
Lo de conducir por la izquierda ya lo tenemos asimilado. Aquí los camiones pueden tener hasta cuatro partes (más de 50 metros de largo, les llaman Road Trains), se tarda un buen rato en adelantarlos. Pensamos en acercarnos al centro de Australia, pero cuando vimos el letrero: Alice Springs 1480 km., se nos quitaron las ganas...
Poza reservada para los cocodrilos
Dentro de la ciudad recorrimos el puerto, con su lago-piscina para bañarse, ya que el mar es propiedad de los cocodrilos; la construcción que llaman Catedral, más joven que nosostros; y un gran parque junto al mar. No hay mucho que ver allí, y es que la ciudad ha sido arrasada varias veces por los ciclones, por eso no tiene construcciones históricas.
Hay bastantes aborígenes en esta zona. Se ven por las calles sentados en grupo, borrachos y dando voces. Algunos viven en sus poblados, pero nuestra impresión es que no están nada integrados en la sociedad australiana. Justo al contrario que los Maoríes Neozelandeses.
Muchos metros de lagarto...
Australia es un país para dedicarle mucho tiempo por su gran extensión. Es curioso que las ciudades son muy parecidas a las europeas (o norteamericanas) y en cambio la naturaleza es muy diferente y está casi intacta en muchas zonas. Tal vez sea por la escasa densidad de población. Los precios son bastante altos, como en Nueva Zelanda. La gente es amable en términos generales, muy campechanos y naturales. Tienen acento, expresiones y palabras propias. En realidad hablan “Aussie”, no inglés. Nos quedamos con ganas de visitar otras partes de Australia, pero lo dejaremos para la siguiente “vuelta mundana”.

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Australia-Cairns. (Segunda semana de abril 2012).


Nuestra segunda etapa en la tierra de los canguros fue Cairns, una ciudad del noreste, muy conocida por estar enfrente de la Gran Barrera de Coral, uno de los mejores lugares del mundo para bucear.
No nos dimos cuenta de que en esta parte del mundo también hay vacaciones de Pascua, con lo cual Cairns estaba totalmente lleno de Aussies (Australianos) de vacaciones.

Lagoon de Cairns
Nos costó encontrar un alojamiento con las tres Bs (bueno, barato y bonito), pero tras unas cuantas vueltas lo conseguimos.
Ah, y con cocina, que comer todos los días de restaurante es muy caro en Australia. Solíamos acudir a la oferta oriental, para ir acostumbrando el paladar a los siguientes destinos asiáticos; bueno, en realidad es que son la opción más barata, jejeje.
Playa de Palm Cove (red de protección)
Esta es una ciudad de mediano tamaño y muy turística. Vamos, un Torremolinos a la australiana: discotecas, pubs, tiendas de recuerdos, empresas de submarinismo, tours, vuelos en helicóptero, etc. Arquitectónicamente no tiene ningún interés, y además tiene la desgracia de no tener playa, pese a estar en la costa. Las playas cercanas, como la de Palm Cove, son de postal: grandes extensiones de fina arena clara en un precioso mar azul-verdoso, con palmeras y cocoteros en la orilla. Tierra adentro se extienden densos bosques tropicales y manglares siempre verdes. Solamente tienen una pega: no te puedes bañar en esta época del año. Las medusas aquí abundan en estos meses, desde las pequeñas de 3 cm. a las enormes de 2 m.
No es un acuario...
Y no es una simple irritación lo que producen, algunas son mortales. Y luego está el tema de los cocodrilos, que los de aquí viven tanto en agua salada como dulce, y son la especie más grande del mundo.
Pero como para todo hay soluciones, en Palm Cove Beach tienen un recinto con una malla en el agua en la que nos dimos un chapuzón. Tras salir del agua y ver la fina malla pensamos: si se acercase un cocodrilo, ¿le detendría la red?. Luego dijimos: mejor no hacerse ese tipo de preguntas.
Nemo y gran ostra
Cairns no iba a perder el turismo por no tener playa, en medio de un clima tropical bastante cálido y húmedo. Ni cortos ni perezosos, montaron la Lagoon, una enorme piscina pública en la orilla del mar, en medio de un gran parque con servicios de todo tipo: barbacoas de gas, duchas, vestuarios, conciertos de música, parques infantiles, clases de diversas actividades y muchas cosas más. Todo gratuíto.
Fue nuestra salvación para la espera del buceo y del siguiente vuelo. Y es que cuando fuimos a contratar el viaje de buceo, estaba todo completamente lleno. La Pascua nos hizo “la pascua”.
Corales y pececillos
Y al final, conseguimos plaza en un barco en el que íbamos a la “Great Barrier”. Encarni haría snorkel y Javi tres inmersiones de submarinismo.
Tras una hora y media de olas, llegamos a la barrera de coral. Es como un gran acuario con muchos peces de colores, varios tipos de coral, anémonas, tiburones (que no vimos), tortugas, rayas, etc. El agua está templada: no llevamos más que un fino traje de licra (por si las medusas), no era necesario el neopreno. Disfrutamos mucho del día submarino, entre “nemos”, precioso paisajes, tortugas y multitud de corales.
Javi y la tortuga
Ya habíamos cambiado la fecha de otros vuelos anteriormente de forma gratuíta, por las condiciones del billete “Round the world”, pero en Australia nos tocó pagar bastante para modificar el día de nuestro trayecto Cairns-Darwin y el de Darwin-Dempasar (Bali). Y es que en Australia te cobran por casi todo, por eso aprovechamos bien el Lagoon, y hasta fuimos a un par de clases de Zumba fitness.
Nunca nos hubiéramos imaginado que bailaríamos ritmos latinos (Estopa incluído) en la costa australiana.

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Australia-Sydney (primera semana de Abril 2012)

Possum en Hide Park
La gran ciudad de Sydney fue nuestra puerta de entrada a Australia. Pese a no ser la capital de este inmenso país, es la urbe más poblada de toda Oceanía.
Utilizamos de nuevo la red de “Couchsurfing”, y nos alojamos en casa de Egie, una chica muy simpática y amable. La misma noche de nuestra llegada, nos llevó a Hide Park para ver los Possum, especie de grandes gatos nocturnos que viven en los árboles. 
Y es que en este país puedes ver precioso periquitos en cualquier parte, cacatuas blancas en los tejados o ibis buscando comida en las papeleras. Son como nuestros gorriones, a nadie molestan y se les respeta. También con ella fuimos a un concierto de Jazz-Latino-Australiano, cerca de su casa, ya que en su barrio hay mucha vida nocturna y restaurantes de todos los países. A Egie y a su perrita, Jacinta, les gusta andar, como a nosotros, así que otro día fuimos los cuatro a un parque, el Centenial, que es enorme. 
Con Egie en el concierto
Sydney es famosa por sus playas, muy buenas para hacer surf, y entre todas la más famosa es Bondy beach y por eso nuestra anfitriona nos llevo a conocerla y a recorrer el sendero marítimo que pasa por bonitos acantilados, playas y mansiones junto a la costa.
Bondy Beach
Por supuesto que no olvidamos visitar el centro de la ciudad, empezando por la Casa de la Ópera. Pese a haberla visto tantas veces en documentales, es una construcción tan original que da gusto verla en directo. Varía mucho la imagen según la perspectiva desde que se contemple y el momento del día en el que estés. Pudimos apreciarla por casi todos los ángulos y tanto por la mañana como atardeciendo (al amanecer era demasiado esfuerzo...).
Paseo con Jacinta
Junto al muelle de viajeros (Circular Quay) está el gran puente Harbour Bridge, cuya estructura se puede recorrer asegurado por un arnés, pero no dejé a Encarni hacer esa locura, jejejejeje.
El barrio de The Rocks es el más antiguo de esta ciudad, y ahora tiene muchos artistas, mercados, restaurantes y un aire bohemio a la vez que turístico.
Opera House, símbolo de Sydney
En el barrio de Chinatown parece que te has trasladado de continente a Asia. Muchos establecimientos chinos: tiendas, comercios de todo tipo, restaurantes, bancos, médicos, peluquerías, abogados,... pero también otros muchos japonenes, thailandeses, malayos y coreanos. En el mercado de Paddy's Market, había frutas y verduras de todo oriente. Al lado, en la sección de ropa y regalos “made in China”, podías encontrar de casi todo, desde una toalla a un reloj. Y de las mejores marcas: calidad auténticamente “copiada”. Casi adosado a este barrio está el “Spanish Quarter”, una calle lena de restaurantes españoles. Decidimos no arriesgarnos a saborear una “paella oceánica” o una tortilla de patatas australiana, preferimos conservar el recuerdo de las de nuestras madres...
El otro muelle muy de moda es Darling Harbour, donde está el Jardín Chino (con sus pagodas, cascadas, nenúfares, bambú y peces rojos), los pubs-restaurantes más “in”, yates deportivos, el museo Naval (con una fragata y un submnarino), un gran parque, un gigantesco cine en 3D, y lo que más nos gustó: un atardecer con colores pasteles mirando al mar.
Atardecer en Darling Harbour
El CBD o Central Business District, es la zona de grandes rascacielos, donde se sitúan las grandes empresas y en sus bulliciosas calles se mezclan los turistas con los ejecutivos tomando café o comprando en las tiendas de moda. Arropada por los altos edificios, se encuentra la Catedral más antigua de Australia: Saint Andrew. Decir “antiguo” en este continente, excepto en lo referente al mundo aborigen, tiene un sentido diferente al europeo. El final del siglo XIX es una época pero que muy remota para ellos. No es raro visitar una iglesia con menos años que nosotros. Y se aprovecha cualquier ruina, construcción, sitio de batalla, etc. para colocarle el cartelito de “Sitio de interés histórico”. Normal que alucinen cuando vienen a nuestro continente.
Nos encantó el Australian Museum, en especial su grandísima colección de minerales. También hay animales disecados, insectos, aves, dinosaurios, esqueletos, sala de arte aborigen, etc.
La ciudad anocheciendo desde el mar
Tuvimos la suerte de presenciar un espectáculo de canto y baile aborigen junto a la Casa de la Ópera, pero no nos dió tiempo a aprender a tocar el Diggeridoo.
Otro día cogimos un ferri para pasar a la gran playa de Manly y de paso ver la Ópera de nuevo desde el mar. Es una gran playa para surfear, pero con las grandes olas, hay que bañarse con cuidado. Tomamos un buen “fish and chips” y vimos la final femenina del campeonato nacional de Voley Playa.
Como Egie tenía otros invitados en su casa, los dos últimos días nos alojamos en un albergue. Pese a ser la opción más económica, el precio nos pareció muy elevado, como casi todo en este país.
Panorámica en el Circular Quay.
Sydney nos dejó un buen sabor de boca, por ser una ciudad tan cosmopolita, tan llena de vida y con tantas y tan variadas cosas que ver. Y ha sido un lujo tener una amiga allí con la que hemos conversado mucho sobre la forma de vida australiana.

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Nueva Zelanda. Isla Sur.



La entrada a la isla sur se hace en ferry a través de una serie de fiordos (aquí se llaman Sound). Son grandes canales de agua en los que la frondosa vegetación llega hasta la misma orilla, y los tonos del mar varían a tramos.

Sounds de la isla sur
Si le añadimos unas casitas esparcidas en pequeñas ensenadas, obtenemos el escenario ideal para una postal.
Como además hacía sol, apetecía playa. Y para eso nada mejor que el Parque Nacional Abel Tasman, al que llegamos al atardecer tras unas preciosas carreteras costeras.
Playa de Abel Tasman
Como muchas de las reservas, es un área de especial protección para las aves y plantas. La arena de sus playas se extiende muchos metros hacia el interior, hasta encontrarse con el bosque casi tropical. Un gran paseo en marea baja nos dio la oportunidad de contemplar diversas aves, estrellas de mar, cangrejos, conchas, caracolas y hasta un minúsculo lenguado.
Encuentra las focas...
Comenzamos el periplo hacia las tierras del sur, y pudimos comprobar que esta isla pese a ser también muy verde, tiene más bosques de árboles altos, algunos son eucaliptus y varios tipos de pino. También hay más zonas de prado para el ganado (ovejas, vacas y cabras) y zonas de cultivos de frutales. Por eso el país es un gran exportador de frutas. Por cierto, los kiwis (fruta) están riquísimos aquí. Los kiwis son unas grandes aves nocturnas, muy huidizas, con un largo pico y que se encuentran en peligro de extinción.
Feliz en la playa del suroeste
Como son el símbolo ( junto al helecho) de Nueva Zelanda, a los habitantes del país se les denomina cariñosamente “kiwis”. Y para evtar confusiones, la fruta se llama “kiwi fruit”.
Seguimos por la carretera que sigue paralela a la costa oeste, donde predominan los mares embravecidos, ya que el mar de Tasmania envía constantemente viento y nubes hacia el interior. Pudimos comprobarlo, ya que nos llovió varios días y las nubes nos acompañaron.
Visitamos las “Pancake Rocks”, unos curiosos acantilados con forma de tortitas, una cueva formada por la acción del mar, una colonia de focas, el puente colgante más largo de el país (Encarni se atrevió a llegar hasta la mitad), diversos miradores y grandes playas desiertas (no era época de baño, las olas y las corrientes no lo aconsejaban).
Alpes Neozelandeses
Como estábamos cansados de lluvia, nos encaminamos hacia el este, atravesando los Alpes Neozelandeses, por el Arthur Pass, un puerto de montaña desde el que de hacen muchas rutas de montaña. Tras una excursión a unas cascadas y ver la nieve de estos otros Alpes (en otro Parque Nacional, como no), llegamos a la mucho más soleada costa este.
Nos llamó la atención una curiosa península formada por un gran volcán y con una entrada de mar en todo el centro del antiguo cráter volcánico: la península de Akaroa. Toda la zona es de influencia francesa, ya que allí atracaron y se establecieron los franceses. Se nota en las casas, tiendas, nombres de calles, vinos, comidas, apellidos, etc.
Sol de la costa oeste
Quisimos dejar la zona más al sur de la isla sur sin visitar, para nuestro próximo viaje a Nueva Zelanda...
Devolvimos la mini-autocaravana en la ciudad de Christchurch, desde donde volaríamos el día siguiente a Auckland para desde allí volar a Australia.
Puente colgante
Al llegar a esta mediana ciudad, como ya nos quedábamos sin casa con ruedas, nos dirigimos a un albergue recomendado en nuestra guía de viaje. Quedamos asombrados de las grandes obras que impedían el paso a toda la parte central de la ciudad. Era como una zona sitiada, con vallas y desvíos de calles, todo un caos circulatorio y muchas calles desiertas.
Al entregar la furgoneta, nos lo explicaron. Hace un año hubo un gran terremoto en la ciudad, que arrasó todo el centro monumental: catedral, museos, edificios altos, etc. Pese a estar trabajando en la reconstrucción, quedan mucho por hacer hasta que pueda abrirse la llamada zona roja.
Christchurch un año despues

El ambiente es triste; todo el comercio, oficinas, hoteles, restaurantes, se han tenido que desplazar hacia los alrededores. Muchas personas fallecieron o se quedaron sin casa, sin trabajo, sin nada.
Nos costó encontrar alojamiento y lugar para cenar, pero en un buen albergue solucionamos todo.
La mañana siguiente volamos a Auckland, esperamos unas horas y otro avión nos puso en Sydney (Australia).
No hace falta resumir nuestra visión de este maravilloso país, creemos que ha quedado claro. Como nos conocéis, es fácil adivinar que aquí hay mucho de lo que nos gusta: un buen equilibrio entre la naturaleza y la civilización, una población amable y comprometida con el medio ambiente y una oferta inmensa de actividades en el medio natural.
Akaroa
Es una gran pena que esté tan lejos y que la oferta gastronómica propia se reduzca a los omnipresentes “fish and chips” y se tenga que recurrir a la comida oriental, barata y variada. Un estupendo lugar al que seguramente volveremos.

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Nueva Zelanda. Isla norte.

Con la ayuda de nuestra familia adoptiva, alquilamos una furgoneta equipada con lo básico: cama, cocina y fregadero.

Preparando la cena
Con un tamaño algo mayor que nuestra Partner, se manejaría muy bien si no fuese por un pequeño detalle: tiene el volante a la derecha. Y es que, como colonia británica que fueron, se conduce por la izquierda. Al principio parece que te vas a estrellar en cualquier lado, pero la verdad es que enseguida te acostumbras y al poco te parece de lo más natural. El cambio automático hace que no sea necesario manejar las marchas con la mano izquierda, lo que se agradece bastante.
Nuestro primer destino fue Goat Island,
Norte de la isla Norte
una reserva marìtima al norte de Auckland, famosa para los amantes del snorkel (buceo con tubo y gafas). Y es que aquí, al igual que en sudamérica, el norte es sinónimo de calor y buen tiempo y el sur lo contrario, en términos generales. No tuvimos mucha suerte con nuestro buceo, ya que el agua estaba turbia, pero los paisajes eran impresionantes.
Geiseres en Rotorua
Volvimos dirección sur para encaminarnos a Rotorua, una zona volcánica con geiseres y con pueblos maories. Pese a ser uno de los sitios más turísticos del país, merece la pena la visita por ver en medio de los parques, al lado de las casas, columnas de vapor de agua sulfurosa que surge de los geiseres inundando la ciudad con un olor a huevos podridos.
Cuatro Maoríes
Al pricipio es desagradable pero luego ya ni lo notas. Visitamos un poblado maori con espectáculo de cantos y baile, edificios típicos, artesanía, etc.  También fuimos a piscinas y baños termales, una gozada.
Rios de película
No se puede acampar (autocaravanear) en cualquier sitio en el país, pero hay muchos campings y zonas habilitadas para ello a precios razonables. En ellas no hay nadie controlando, solamente un buzón con sobres en los que rellenas tus datos, introduces el dinero y lo metes dentro.
Comedor de la minicasa
Aquí la gente cumple las normas y cuida su entorno, del que están orgullosos. En cada rincón : miradores, merenderos, parques,  hasta en medio de rutas senderistas, hay servicios públicos impolutos, con papel higiénico, jabón y agua.
Todo el país está lleno de zonas naturales protegidas, a cual más interesante, lo que nos hizo difícil la elección del itinerario. Decidimos ir por el lago Taupo, el más grande del país, la reserva ornitológica de Maungatautari, el Parque Nacional de Tongariro y la reserva del río Whanganui. Todo esto no se puede contar en un blog, hay que verlo en persona, así que ya sabéis...
Hobbits en su hábitat natural
Predomina una vegetación muy frondosa, con un Verde con mayúsculas. El helecho, la planta nacional, aquí es como un árbol, de muchos metros de altura. Y las aves se dejan fotografiar, no le tienen mucho miedo al hombre.
No es casualidad que aquí se hayan rodado películas tan famosas como El señor de los anillos, Avatar, las crónicas de Narnya, etc. Viendo esas películas os podéis hacer una idea de cómo son estos paisajes.
Encarni quiso pasar a la cuarentena en la capital de Nueva Zelanda, Wellington, que es una ciudad costera de mediano tamaño en el sur de la isla norte. 
Selva en Oceanía
Lo celebramos desayunando a la europea (tostadas, té y café), comiendo en un Hindú, tomando tarta de zanahoria inglesa para merendar y cenando shushi japonés. A parte de comer, nos dió tiempo a visitar el centro, en el que destacan el puerto, el gran museo Te Pui (con diversas colecciones de arte aborigen y de otra índole) y la zona comercial. Tiene fama de ciudad de artistas, y es que está llena de esculturas, exposiciones y talleres de arte. La única pega de esta capital es el constante viento reinante.
Compramos un billete en el ferry para nosotros y nuestra casa rodante y pasamos a la isla sur, pero ese es otro cuento...

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