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Hong Kong. (Primer finde de Mayo 2012.)



Hotel "lata de sardinas"
A Hong Kong iremos varias veces en este viaje. La primera vez fue a primeros de Mayo desde Singapur. Estuvimos un par de días. Al llegar al aeropuerto, pasamos más de una hora esperando las maletas por una situación de alerta provocada por una tormenta. 
Nos quedamos en un hotel tipo caja de cerillas, en la habitación solamente cabía la cama y el único espacio era el necesario para abrir la puerta.
Por la mañana fuimos a casa de David, otro miembro de la red de Couchsurfing, un americano que lleva muchos años viviendo allí. Con él fuimos a hacer una caminata por The Peak,
que es un monte de la isla.
Exhibiendo a los pájaros
 El sendero de bajada se hace por un bosque muy frondoso, y fuimos a terminar en un cementerio situado en una loma desde donde se ve parte de la gran ciudad que es Hong Kong.
Pescado super-fresco
El día siguiente era el día de la madre y nos fuimos al mecado de las flores para ver cuál ramo nos hubiera gustado regalarle a las nuestras. Después de ver tantas orquídeas y azucenas nos dirigimos a otros dos mercados típicos, el de los pájaros y el de los peces. 

Encarni "orientada"
El primero, situado en un parque, llamaba la atención por las jaulas de bambú artesanales con sus comederos de porcelana china, en las que se podían ver y oir aves de lo más variado. Además de las tiendas también hay particulares que llevan a sus mascotas aladas al parque a socializarse y de paso presumen de sus trinos.
Hong Kong y su bruma
El segundo era una zona en la que hay numerosas tiendas de venta de peces y accesorios. Las especies que estaban en venta nos sorprendieron, iban desde pequeñas rayas a estrellas de mar o peces de arrecife de los que hemos visto buceando. 

Pinchitos chinos...
La verdad es que la venta de algunos de ellos está prohibida en occidente.
Para comer lo tuvimos fácil, hay puestos callejeros con sopas y pinchitos de todo tipo de alimentos. Los nombres en chino no ayudaban en la elección así que te guiabas por la vista.
Dejamos para dentro de unas semanas la mayor parte de las atracciones de la ciudad, ya que nos interesa ir cuanto antes al Himalaya, para que no nos atrape el monzón.

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Malasia. Isla Tioman. (Primeros días de Mayo 2012)



Paraiso Malayo

Nuestra intención era pasar a Malasia a ver una ciudad cercana, pero nuestro anfitrión en Singapur nos lo desaconsejó por el poco interés y el calor. Nos habló de una isla “paradisiaca” en la costa este y no muy lejana, así que allá que nos fuimos.

El hijo de Jeffrey nos acercó a Malasia: sí, está al lado. Hay dos fronteras, la de Singapur y la de Malasia, y en ambas hay que hacer unos papeles. A la vuelta, en bus, tuvimos que bajar con todas las maletas, pasar una frontera, subir a un segundo bus, luego la otra y tomar un tercer bus.
 
No nos comimos el coco
 Pese a estar al lado, Malasia nada tiene que ver con Singapur, es un país de mayoría musulmana, menos desarrollado económicamente, mucho más barato, más desorganizado y más sucio.
Nuestra playa
Tomamos un autobús hasta Mersing, una pequeña ciudad en la costa desde la que cogimos un ferry que nos llevó a Tioman. Allí nos fuimos a una remota zona en la que no hay coches ni carreteras, todos van andando, en bici o en ciclomotor. Alquilamos un bungalow al lado de la playa y nos relajamos unos días. La selva llega hasta la misma orilla, con muchas palmeras y cocoteros. Desde la selva bajan los monos, para buscar comida. 
 
Selvas junto al mar
También vimos varios lagartos gigantes, uno de un metro y medio de largo. Sentados en el porche de nuestro bungalow veíamos también pájaros de todo tipo, ardillas y otros bichos que hacían que te sintieras como en un zooloógico.
Food Court
Pero lo mejor estaba en el agua. El snorquel en aguas templadas y transparentes llenas de peces de colores y corales nos hizo disfrutar mucho, además de ayudarnos a sobrellevar el calor reinante.
Así pasamos cuatro días, entre paseos, buceos, observación de la fauna y parrilladas de pescado.
Regresamos a Singapur para ver la calle de las boutiques y tiendas de lujo que se agrupan en Orchard Road. Nos quedamos a dormir en Little India en un albergue tipo barracón militar y al día siguiente tomamos el vuelo a Hong Kong.
Pequeña India en Singapur

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Singapur (Finales de Abril 2012).


El siguiente salto aéreo que dimos fue a la ciudad-estado de Singapur. Habíamos pedido hospedaje de nuevo con la red de “Couchsurfing”. Fuimos a casa de una familia de Singapur, que como la mayoría de los habitantes del país, son de ascendencia china. Pese a que Malasia está literalmente al lado, solamente un pequeño porcentaje de los habitantes son de ese país. También hay una buena parte de población de origen hindú.
Primer desayuno en Singapur
Como estamos a poco más de 100 km. del Ecuador, las temperatuas son muy altas la mayor parte del año, y la humedad es exagerada, asi que sudamos un montón todo el día y toda la noche. Encarni prefería dormir fresquita encima de las duras baldosas del suelo mejor que sufrir el calor de un blando colchón.
El barrio donde residía la familia Boon Huat, estaba en las afueras, más cerca de la frontera de Malasia que del centro de la ciudad. Unos bloques de edificios enormes con muchas zonas verdes en los que la orientación se hace por manzanas numeradas mejor que por calles, muy curioso. Y en las zonas de juego, campos de bádminton. Mientras esperábamos la llegada de nuestro anfitrión, 
Hotel con jardines y piscina en la azotea
fuimos a cenar a un típico “Food court”, lo que podría traducirse por “patio de comidas”. Son muy abundantes por toda la ciudad, y consisten en un montón de pequeños restaurantes situados alrededor de una zona central de mesas y sillas comunes. Probamos comida china, que poco tiene que ver con la de los restaurantes chinos españoles. Y si éstos últimos son baratos, aquí mucho más. Comer un buen plato principal con bebida no supera los 3 €.
Singapur es conocida en todo Asia por su gastronomía. Al ser una ciudad tan multicultural, tiene restaurantes de todos los lugares cercanos y de otros más alejados. Y todos por un precio más que económico. Y es que el Singapureño disfruta comiendo. Nuestro anfitrion, Jeffrey, es el mejor ejemplo.
León de Singapur

Por la mañana, tras tomarnos nuestro té con tostadas, fuimos con toda la familia más otra invitada de Hong Kong a volver a desayunar en un food court. Un montón de platos variados, desde tiburón a costillas, pescado frito, huevos, verduras, etc. Y una buena ración de arroz para cada uno, claro, en Asia es como el pan de cada día. Una especie de leche de avena para beber, té y de postre unos buñuelos de masa frita dulce y otro tipo porras pero poco dulce. Cuando estábamos a punto de reventar, probamos una especie de pasta de cangrejo muy picante a la brasa, en una hoja de banana. Y cuando ya no podíamos más, fuimos a otro lugar para tomar unos postres muy raros para nosotros y apreciados por estas tierras. Consisten en hielo picado con cosas; algunos tienen frutas (tipo uva), otros leche de coco, gelatinas, frutos rojos, cereales, sirope de frutas, etc.
Templo budista
Reconocimos un olor horrible que nos había perseguido por los mercados chinos de Sidney, y decubrimos su origen: una fruta llamada durian, que para los de Singapur es un manjar. Hicimos el esfuerzo de probarlo, pero sabe igual que huele: fatal.
Tras la comilona, visitamos el centro de la ciudad, que nos sorprendió gratamente. Nos extrañó no ver a penas nadie caminando por la calle. Luego nos dimos cuenta de que la gente se desplaza dentro de los centros comerciales, por sus pasadizos, puentes y galerías, de una a otra manzana o bloque de edificios. Es normal, todos tienen aire acondicionado y la calle es como una sauna al aire libre. Este país-ciudad tiene uno de los panoramas de rascacielos más impresionantes del mundo. De noche se iluminan con diferente colores, algunos cambiantes, formando un conjunto espectacular. De día sorprenden por sus modernas líneas y complejos diseños. Un rasgo común en toda la ciudad es la limpieza, la buena organización y la seguridad. Se suele bromear con la expresión de que Singapur es una “fine city”. Fine significa “buena, guay” pero también “multa o sanción”. Y es que aquí hay muchas prohibiciones que se sancionan, como cruzar la calle fuera de un semáforo, tirar un papel al suelo, no tirar de la cadena en un servicio, y otras muchas cosas. De hecho, no se venden chicles en ningún lado para evitar que acaben pegados en las calles. Cada una de estas acciones tiene una determinada multa, y no importa si eres extranjero, que la pagas igual. El lado bueno de tanta norma es que no hay suciedad, ni robos, ni delincuencia.

Singapur desde la noria
También visitamos Chinatown, con sus mercados, tiendas de lo más variadas y el gran templo budista de los 10.000 budas (sí, están todos, que los contamos).
Al día siguiente seguimos con nuestro periplo gastronómico. Desayunamos en casa una especie de panecillos rellenos de diferentes cosas: mermelada, verdura, carne, pasta de alubias, etc. Luego visitamos una granja de cabras (bebimos la leche) y una plantación de frutales (probamos varias frutas). Todo esto eran meros tentempiés hasta que llegase la hora de la verdadera comida: un buffet libre, pero de los buenos. Había un monton de comida, pero nos llamó la atención la variedad de mariscos y pescados: crudos en sushi, al vapor, al grill, fritos, en salsa, en sopa, etc. También carnes, ensaladas y miles de especialidades japonesas, chinas, indonesias. En tres horas, nos dio tiempo a probar muchísimas cosas que nunca habíamos degustado, desde una especie de cuajada de soja con pequeños peces a unas ostras gratinadas con arroz y queso, suhi de medusa o fruta de dragón. Y el orden no importa, los dulces se intercalan con las carnes, las sopas o los guisos.
Chinatown
Por la tarde nos tocaba el barrio indio: Little India, con su gran mercado perfumado por las especias, sharis de colores, tatuadores de henna, restaurantes de curries, templos hinduistas y tiendas de ofrendas florales.
De vuelta al centro subimos en la noria más alta del mundo: la Singapore Flyer, desde la que disfrutamos de unas magníficas vistas de la ciudad iluminada.
Nuestro anfitrión nos preparó una cena china (por si nos habíamos quedado con hambre), con varios tipos de bolas de carne, pollo con queso, pescado, calamares y seitán en una sopa de fideos. También probamos unos huevos cocidos totalmente negros y de postre una gelatina de hierbas.
Aunque solamente fueron un par de días, comimos como si hubiésemos estado una semana.
A la mañana siguiente el hijo de Jeffrey nos acercó en el coche a Malasia, donde comienza la siguiente aventura.

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Indonesia- Bali. (Segunda quincena de Abril 2012).




Ofrendas rituales
Desde Darwin volamos a nuestro primer destino asiático: la isla de Bali, en Indonesia.
Pasamos un día en Kuta, una ciudad de la costa sur situada al lado del aeropuerto y orientada al turismo jóven y barato. Por tanto, hay muchas discotecas, pubs, vida nocturna y mercadillos de recuerdos. Su gran playa es buena para aprender a hacer surf. El tráfico, especiamente de motocicletas, es caótico y ruidoso. Los australianos la invaden en temporada alta: de Junio a Agosto.
Nuestra salvación frente al calor
Al día siguiente nos fuimos a Ubud, una ciudad del interior de las más interesantes de la isla, ya que conserva todavía el espíritu balinés en las edificaciones, templos, campos de arroz, etc. Al llegar allí nuestra percepción del país cambió a mejor. Nos alojamos en un complejo de bungalows de estilo balinés, con exuberantes jardines, templo y piscina. Los propietarios tienen allí su vivienda, y puedes ver cómo es su vida cotidiana. Ubud ofrece multitud de actividades de diversa índole. Nosotros elegimos asistir una noche a un espectáculo de música (gamelan) y danza balinesa.
Danzas Balinesas

Aunque están muy orientados al turismo, son interesantes. La música es bastante estridente y con unos ritmos de lo más extraño para nuestros oídos occidentales. Los trajes son espectaculares, por su gran colorido. Los bailes son movimientos lentos y muy precisos en los que se combinan ojos, manos y pies, exagerando la expresión, dándole un aire muy teatral.
Otro día hicimos una ruta caminando entre los omnipresentes arrozales, al lado de ríos, entre cocoteros y plataneras. En el recorrido pudimos ver cómo es la vida de los agricultores.
Trabajando en el arroz
Y estando en este lugar, es imperdonable olvidarse del conocido masaje Balinés, así que fuimos a un conocido SPA para relajarnos con estas técnicas orientales. Es un masaje muy completo y variado incluyedo varios tipos de manipulaciones y que tiene en cuenta los puntos reflejos.

Tras una hora completa de “meneos”, nos hicieron un masaje exfoliante y finalizamos con un relajante baño de especias (especias de verdad, no sucedáneos).

El santuario más importante de Ubud es el que está en medio del Monkey Forest, un bosque repleto de simpáticos monos que solicitan comida de los turistas, y si te despistas se te suben encima.
Templo en Monkey Forest
Los monos viven aquí libremente, son respetados. Y es que en medio de un país musulmán como Indonesia, la isla de Bali es casi por completo Hinduista. Se nota en los templos, las construcciones, las costumbres, etc. Hay pequeñas ofrendas en cualquier rincón, especialmente en las puertas de los negocios y en las hornacinas dedicadas a los dioses. Consisten en cuenquitos hechos de hojas de platanera con arroz, flores, hierbas, algo de comida e incienso.
Una de las playas de Amed
Excepto por el calor y la humedad constante, que a veces eran sofocantes, (menos mal que teníamos piscina), estuvimos muy a gusto y relajados. Además después de estar pagando en Australia tanto por todo nos alegramos de que aquí fuese al contarrio. Y es que los precios son bajísimos.
Encarni echa de menos sus clases
Comer en un restaurante normal cuesta una media de 3 €. Una habitación doble (con piscina y desayuno a la carta) vale 18 €. Y todo en esa gama. Un veradero chollo. Puedes ir a un hotel de lujo por lo que en España vas a uno de gama media baja.
En Ubud nos dimos el placer de probar la interesante comida de esta tierra. Hay especialidades comunes en todo el país y otras específicas de Bali. En ambas se utiliza habitualmente la leche de coco y las especias (sobre todo el lemon grass y el chili). Algunas pican bastante, pero otras..... solamente pican un poco.
Maravilloso snorkel
Los platos más populares combinan el arroz o los tallarines con verduras, carne o pescado. Hay diversos tipos de currys, especialmente el curry verde. Los pinchitos de carne o pescado con salsa de cacahuetes picante (satai) son una exquisitez. Y las sopas, ensaladas, frutas diversas... hay una buena gama de deliciosos platos para disfrutar en la mesa. Únicamente flojean en los postres, que son poco variados: tortitas, puding de arroz negro, plátano rebozado y poco más.
Tras los días montañeros, nos mudamos a la costa. Elegimos la zona oeste por sus buenos buceos y aguas tranquilas. Contratamos un taxi que pasó el día con nosotros llevándonos a ver muchas cosas de la isla: diversos templos (dos excavados en la roca), el conjunto de templos hinduistas mayor de Bali (Besakih, lleno de gente ya que había celebraciones religiosas), el lago y el volcán de Batur y una plantación de café, té, cacao y plantas aromáticas.
Adivina qué frutas son...

Fuimos a un hotel frente a la playa en la zona de Amed, en la cual solamente hay unos restaurantes, bungalows y playas. No hay núcleos urbanos, ni bancos, ni servicios de ningún tipo. Como Abril es todavía temporada baja, tampoco había muchos turistas. El mayor atractivo es el mar. El agua es transparente como el cristal y verdaderamente cálida y justo al lado de la orilla tienes arrecifes de corales para entretenerte viendo miles de peces, de esos que se ven en los acuarios. Hemos hecho snorquel en muchos lugares, pero ninguno es tan accesible, cómodo y espectacular como éste. No contento con esto, Javi hizo dos inmersiones, una en un barco naufragado en la segunda guerra mundial y la otra fue un intento fallido de ver tiburones.
Supermoto balinesa

Fiesta mayor en Besakih
Alquilamos una moto para desplazarnos por la zona y conocer otras ensenadas, playas y de paso... más restaurantes. La gente de Bali es muy agradable, siempre están sonriendo y dispuestos a hablar un rato, aunque algunos sepan poco inglés.
Pasamos la última noche de nuevo en Kuta para a la mañana siguiente coger el próximo vuelo despidiéndonos de Indonesia y del Hemisferio Sur.

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